11 de septiembre de 2011

(Des)esperanza

Cuando el tren de la alegría estaciona en una calle cualquiera, y las luces se apagan. Y el hombre araña se saca su disfraz y se va a fumar un porro a la vuelta de cualquier esquina. Y el conductor llega a su casa y saluda a su mujer, pero no le da un beso.
Cuando se consumen las velas y el paquete de cigarrillos está vació, y se derrama la última copa de vino. Cuando tiene ganas de salir a caminar -qué linda noche- pero no tiene quién la acompañe. Su amante tiene una cena familiar.
Cuando ya no le basta el dolor de la Maga para sentir un alma amiga, ni en la ficción ni en ninguna realidad.
Cuando las venas llaman al cristal roto de la copa, en un último suspiro desesperado.
Cuando el impulso vital pierde todo sentido, y recuerda lo fácil que era reír antes, pero ahora ni llorar puede.
Es cuando se le presenta la muerte como el único lugar seguro en el mundo.